Esta hoja blanca,
me observa sospechando los hechos.

Como sabiendo con certeza.
Mirando pálida y fría cada milímetro de carne,
de hueso, de aire, de ruido.

Me mira y lo sabe.
Sin yo decir, y espanta al fondo.
Cuanta sabiduría esconde su blancura…

Incluso sabe de esas noches recónditas
que ocurrieron entre muros lejanos,
de los susurros que sonaban como grillos que se buscan en un bosque perdido,
de tu cristalina alma negra,
de la sucia honesta cama remojada en alcoholemia.

Sabe mas hondo aun,
sobre el frio que hacia en ese infierno cálido con perfume a rosa azul.
Mientras afuera por las calles seguía girando el mundo con sus torrentes
de colores y sabores volubles.

Y simplemente observa con su silencio que dice tanto en la nada
batiendo todo en un tibio baño en donde yace el cuerpo desnudo flotando
en agua serena.

Pero también mira como advirtiendo un agujero por donde
atravesaron toneladas de fantasmas enmudecidos.

Sabe que la hermosura se vistió de prisa,
desencantada y saltarina.

Sabe que la noche pario un huevo de aire.

Y en su palidez mira como bala  besando la vida,
viajando a través del sujeto,
robándose los secretos.

Y lentamente,
cierra sus ojos,
su universo.

Lo deja todo ahí,
el alma reventada sobre las manos calientes.