Esta hoja blanca,
me observa sospechando los hechos.

Como sabiendo con certeza.
Mirando pálida y fría cada milímetro de carne,
de hueso, de aire, de ruido.

Me mira y lo sabe.
Sin yo decir, y espanta al fondo.
Cuanta sabiduría esconde su blancura…

Incluso sabe de esas noches recónditas
que ocurrieron entre muros lejanos,
de los susurros que sonaban como grillos que se buscan en un bosque perdido,
de tu cristalina alma negra,
de la sucia honesta cama remojada en alcoholemia.

Sabe mas hondo aun,
sobre el frio que hacia en ese infierno cálido con perfume a rosa azul.
Mientras afuera por las calles seguía girando el mundo con sus torrentes
de colores y sabores volubles.

Y simplemente observa con su silencio que dice tanto en la nada
batiendo todo en un tibio baño en donde yace el cuerpo desnudo flotando
en agua serena.

Pero también mira como advirtiendo un agujero por donde
atravesaron toneladas de fantasmas enmudecidos.

Sabe que la hermosura se vistió de prisa,
desencantada y saltarina.

Sabe que la noche pario un huevo de aire.

Y en su palidez mira como bala  besando la vida,
viajando a través del sujeto,
robándose los secretos.

Y lentamente,
cierra sus ojos,
su universo.

Lo deja todo ahí,
el alma reventada sobre las manos calientes.

Lanzado como humo del fumon,
desperdiciado tabaco al aire.
Niebla que se diluye haciendo
formas sobre los ojos.

Andando en introspectiva danza,
único tiempo que se brinda a la verdad.
Épocas del año,
rellenando todo como el agua en sed,
atletas de efímera presencia que la memoria
monta a la convicción.

En el camino de nadie,
nos veremos y nos vemos como no nos vimos antes.
Así, luminoso y frío se me descuera el alma.
Por el hambre,
todo por el hambre.

Buen comedor bajo la manga
del arquitecto que juega a las escondidas.
Bienvenidas sean sillas, bien venidas.

Veo bajo la tumba del hombre que supo,
su gran corazón cosquillea la tierra donde cayó.
Tiempo que roba el tiempo
y los huesos que pujan al planeta. 

Mis dedos que se enredan esquivando y atrapando,
y entre tanto tu piel azulada
con aroma a estrella me taladra dando gironés
bajo carne a carnes.
En la distancia, tanta.

Delfín juguetón de agua,
amigable ser humano,
ave imperfecta.

Mano solitaria curandera y soñadora,
que belleza que somos así de tristes e indefensos huesos del hoy lejano.

Pensares y hazañas tuyas y mías
de lo mismo somos la masa de pan
que de hambre inventa artefactos de madurez.

Para todo.